miércoles, 23 de diciembre de 2015

Los sueños del Pescador

Artículo publicado en el periódico Ideal, el 20 de diciembre de 2015

Hay sueños y sueños. Los unos son materiales y desempeñan un papel importante en la neurofisiología del cerebro. Los otros son espirituales y  han tenido gran importancia en la historia, la ciencia o el  arte. Sin soñar, nadie se escapa.
Se puede ver un video en donde el Papa Francisco, dirigiéndose a los jóvenes, con esa voz susurrante e íntima que le personaliza, les insiste en que no dejen de soñar, es bueno soñar, es imprescindible.
Sigmund Freud, fundador del Psicoanálisis hizo de los sueños su materia de trabajo y construyó sobre ellos una especie de metafísica antropológica del Ego. No son éstos los sueños de los que habla Papa Francisco.
Los mejores sueños son los que se nos dan despiertos y que tienen un privilegio respecto a los que tenemos cuando dormimos.
Podemos soñar en volar o en representar un personaje de Shakespeare. Estos sueños de los dormidos nunca se realizarán por dos razones: no son racionales y además no están sujetos a nuestra voluntad.
El sueño de los despiertos es a los que se refiere el Papa y tienen la ventaja que no son películas de imágenes como ocurre en los sueños de los dormidos sino que tienen argumento, coherencia y nuestra voluntad puede rechazarlos o intentar realizarlos.
Hay una expresión catalana “somniar truitas” que expresa bien lo que son los sueños de los despiertos. La frase puede significar “soñar truchas” con un significado similar al castellano “vender la piel del oso antes de cazarlo”.  En el habla de Cataluña, “sominar truitas” es  propio de “poetas”.  Ser un “poeta” no tiene, aquí nada que ver con “hacer versos” sino con “no tocar con los pies en el suelo”. Este tipo de poetas, tienen poco recorrido en aquellas tierras.

Los jóvenes deben soñar pero es necesario explicar de qué va su sueño.  
El rasgo más importante es que la base de la ensoñación como la del enamoramiento se funda en la inexistencia de la cosa misma. Precisando más, para soñar como es debido es imprescindible, no poseer lo que se sueña y no tener ni idea de cómo conseguirlo.
 La imaginación del despierto despega suavemente desde la realidad física que es tremendamente conservadora y se lanza a imaginar lo imposible. En general, este modo de soñar no se encuentra en la madurez porque el adulto no tiene tiempo y si es muy adulto le cansa el vivir.
Le cansa porque ha perdido la capacidad de soñar.
El sueño sin duda es la antesala de la fe, porque no hay soñador más grande que aquel que espera la resurrección y la vida eterna.
El Papa Francisco es un soñador nato y a la vez, actúa conforme a sus ensoñaciones de la manera más diligente y eficiente. Si alguien le escribe sobre su problema, puede esperar rápida respuesta o si se descuida, se puede encontrar con Francisco llamando a su puerta. No se descarta porque la ubicuidad ha sido una sorprendente capacidad de algunos santos.
La esencia del soñar en proponer una misión necesaria y a la vez que parezca imposible. Un sueño fácilmente hacedero es un sueño de tres al cuarto, de poco pelo. Los sueños deben ser imposibles y el realizarlos muestra la envergadura del héroe.
La ventaja –teórica- que tiene la juventud es que aparece en entregas sucesivas. Cada generación tiene sus jóvenes y por lo menos al nacer, están limpios, nuevos.
El problema no son los jóvenes. Tampoco los estudiantes, sino los profesores. Tampoco los ciudadanos sino los gobernantes.
Son los soñadores, el mayor capital que posee la humanidad. Se atreven a todo, suben y bajan, vencen y fracasan y siguen soñando porque el horizonte, el cielo, no tiene precio y pertenece de suyo a los que sueñan.
Soñar despiertos se despega de las necesidades presentes, del pan, del agua y del puesto de trabajo. El que sólo piensa en el hipotético puesto de trabajo, da por cierto que está dispuesto al mayor servilismo para obtenerlo.
La llave del futuro la da el sueño porque lo que sueña es indeterminado, inexistente. Lo único doloroso de la situación es que el sueño propone una tarea, un esfuerzo, un trabajo indefinido y no precario. El soñador no se cansa de soñar y como el futuro siempre viene nuevo, se nos ofrece como una virgen de gran pureza.
En el mundo que sobrepasa los siete mil millones de seres humanos, hay pocos soñadores pero suficientes. No sopesamos los cientos de miles de personas que olvidándose de su comodidad personal dan su vida por los demás Hacen cosas imposibles, cosas que repugnan a cualquiera: cuidar leprosos, edificar clínicas en medio de la selva, llevar agua al desierto y por encima de esos sueños, dar alegría a los desesperados.

Papa Francisco tiene una experiencia profunda de la naturaleza humana: los hombres parecen malos pero si los comprendes y empatizas con ellos, pueden volver a la vida. 
Sin sueños, no hay historia, ni transformación social, ningún arte, ni atender al público con amabilidad, ni hacer una soldadura bien hecha ni aguantar la pesadez del entorno al que hay que volver ligero.
El sueño es el continente del futuro, las Indias para el caso. Creer en los sueños, promete una paz serena en un mundo, el nuestro, donde los crímenes de lesa humanidad, son de ordinaria administración.
“Soñad y os quedareis cortos”

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